
Tenías a la criatura delante.
Una pregunta sencilla, algo del cole, una petición lógica.
Y se desató el caos. Otra vez.
Que si “no me da la gana”, que si “me da igual”, que si el portazo, que si el silencio, que si tú intentando no estallar.
Y estallaste.
Te volviste a decir lo de siempre: “no tengo paciencia”, “esto me supera”, “no sé qué más hacer”.
Y luego vino la culpa.
Y el ciclo se repitió.
Otra vez.
Pero lo que nadie te cuenta es que eso no se soluciona aprendiendo a hablar mejor con el adolescente.
Se soluciona aprendiendo a hablarte distinto a ti.
Primero tú, luego el resto.
Porque la disciplina positiva con adolescentes no se trata de decirlo más suave, ni de adornar los castigos, ni de convertirte en un personaje de película de sobremesa con voz pausada.
Se trata de entrenar tu diálogo interno, para no convertirte tú también en un adolescente con más años pero con la misma reacción impulsiva.
La disciplina positiva según Alfred Adler no es una moda.
Es psicología de la buena.
De la que va a la raíz, no al síntoma.
Y esa raíz, siempre, siempre está en lo que una persona se dice a sí misma.
El problema no es lo que ocurre.
Es lo que te dices mientras ocurre.
Ahí está el disparador.
Ahí está el nudo.
Ahí es donde se rompe todo si no tienes una estructura mental sólida.
Una mentalidad entrenada que no reaccione por impulso, sino que responda con intención.
Y no, no se nace con eso.
Se entrena con auto diálogo científico y técnicas mentales.
Porque cuando la disciplina positiva en adolescentes no funciona, no es por culpa del método.
Es porque tú no sostienes el método en caliente.
Lo sostienes en frío.
Lo sabes en teoría.
Pero tu mente está desprogramada para ejecutarlo cuando toca.
Y ahí es donde entra el trabajo que nadie hace: reeducar tu cabeza para que el guion automático deje de sabotearte.
Yo pasé por ahí.
Y cuando digo que pasé por ahí, no es que tuve una mala tarde y me cabreé.
Es que llegué a pensar que no servía para acompañar a nadie.
Que había cosas rotas en mí que no tenían solución.
Hasta que entendí que no era cuestión de ser fuerte, ni de ser buena persona.
Era cuestión de saber cómo me hablaba.
De cómo me explicaba lo que pasaba.
Y de cómo ese auto diálogo me manejaba la vida sin que me diera cuenta.
Entonces lo apliqué a todo.
Y lo empecé a enseñar.
Porque no podía ser que con tanta información, nadie estuviera explicando cómo la disciplina positiva en la familia o en la pareja se construye desde el lenguaje interno.
No desde el discurso externo.
Desde dentro.
Desde la conversación que tienes contigo cuando estás a punto de explotar.
Cuando ya no puedes más.
Cuando necesitas sostener el respeto pero no encuentras cómo.
Ahí. Justo ahí.
¿Quieres disciplina positiva en el trabajo?
Lo mismo.
¿En el aula?
Lo mismo.
¿Con la infancia?
Exactamente igual.
Todo empieza en lo que piensas justo antes de actuar.
Y eso no lo cambias con buenas intenciones.
Lo cambias con auto diálogo entrenado.
Y sí, con método.
Con frases diseñadas para reprogramar tu mentalidad.
Con ciencia.
Porque no se trata de ser firme y o tratar respetuosament cuando todo va bien.
Se trata de poder ser firme y actuar con respeto cuando te están tocando las narices y lo sabes.
Y ahí es donde te das cuenta de si tienes la cabeza entrenada o simplemente estás sobreviviendo.
La disciplina positiva en la primera infancia, cuando el cansancio ya va por dentro.
La disciplina positiva en pareja, cuando ya no sabes si estás educando o discutiendo por lo mismo de siempre.
La disciplina positiva en el aula, cuando el grupo parece una rave sin control y tú estás intentando recordar lo que decían en el manual.
Nada de eso se sostiene si tu mente no está en forma.
Y no hablo de yoga.
Hablo de estructura mental.
De tener un sistema dentro que te sostenga por fuera.
Y eso se llama auto diálogo científico.
Así que no, no es cuestión de fe.
Ni de esperanza.
Ni de suerte.
Es cuestión de método.
Yo ya no sufro. ¿Y tú?
Pásate por MenTalent.pro.
Tenemos múltiples herramientas para cambiar el auto diálogo sobre la disciplina positiva en adolescentes, en pareja, en el aula, en el trabajo o donde más lo necesites.
Porque lo que no se entrena, se repite.
Si, repetir ese bla, bla, bla o ble, ble, ble que tienes reprogramado.
Y tú no estás aquí para repetir.
Estás aquí para romper patrones viejos e instalar nuevos.
Pero primero, rompe el tuyo.