
Mira, te voy a contar algo.
Hace unos años, estaba tirada en el sofá, con 20 kilos de más, fumando como chimenea de fábrica y con un diagnóstico de cáncer que parecía sacado de una peli mala y llorando por los rincones.
¿Disciplina? Cero.
Mi vida era un caos nivel «esto no lo arregla ni un gurú de Instagram».
Si has consumido algo de mi contenido ya sabrás que decidí un día salir de esto o acabar con todo.
Tomé la decisión de salir de esto, porque si no lo conseguí siempre me quedaba la segunda opción. Pero si elegía la segunda opción, siempre me quedaría con las ganas de saber qué habría pasado en la primera opción.
¿Me entiendes?
No bromeo, no le quito importancia, pero cualquier persona que lea esto, debe saber que siempre, siempre hay que perseverar en intentarlo, una y otra vez, y vuelta a empezar a intentarlo.
Al lío, a partir de ahí me dio por investigar de forma masiva. Decidí no ponerme a trabajar y consumir todo el contenido de libros y videos hubiera online.
Treinta años dándole al coco, miles de libros, cursos carísimos y viajes por medio mundo.
¿Resultado? Descubrí que la clave no está en hacer más, sino en cómo te hablas. Sí, tu diálogo interno.
Y hoy te voy a hablar de algo que suena exótico, pero que en el fondo es pura lógica: la famosa disciplina asiática.
¿Te quedas?
La Disciplina Asiática No Es Magia, Es Persuasión Interna
Si tecleas «disciplina asiática» en Google, te sale de todo. Desde madres tigre que crían genios a base de gritos hasta estudiantes que se pasan 14 horas al día con un boli en la mano. Es como un mito que flipa a medio mundo.
¿Qué tiene de especial? Esfuerzo, constancia, autocontrol. Palabras que suenan a medalla de oro, pero que a ti y a mí nos dan pereza solo de oírlas.
Porque, ¿quién tiene ganas de levantarse a las 5 de la mañana a estudiar álgebra o a currar como si la vida fuera un drama coreano cuando tu mente te está saboteando?
La cosa es que detrás de esa imagen de robots disciplinados hay algo que no te cuentan. No es solo hacer, es cómo se convencen para hacerlo.
En Asia, gran parte de esa movida viene de una mentalidad moldeada desde pequeños. Les meten en la cabeza que el esfuerzo es el camino, que rendirse es de flojos y que el respeto al sistema es innegociable.
¿Te suena? Es puro autodiálogo. Pero no uno cualquiera, sino uno que te programa como si fueras un software de alta gama.
Piénsalo. Una persona en Seúl no se pasa 12 horas estudiando porque le mole el dolor, sino porque su charla mental le dice: «Esto es lo que toca, y punto». No hay resistencia, no hay fricción, porque su auto diálogo concuerda con lo que está haciendo.
Es una creencia tan clavada en el cerebro que ni la cuestionan.
Como la que tienes tú pero del revés.
Y aquí viene lo bueno: tú también puedes tener esa disciplina, pero sin necesidad de mudarte a Tokio ni de que te griten en cantonés.
El Amor Propio No Es Suficiente Si Tu Mente Te Sabotea
Ahora te voy a desmontar un cuento que seguro has oído mil veces. Ese que dice que la disciplina viene del amor propio. «Quiérete mucho y todo fluirá».
Qué bonito, ¿no?
Parece sacado de un póster motivacional con gatitos. Y oye, no digo que quererte esté mal, pero si tu diálogo interno es un desastre, de poco te sirve porque encima le añades más dolor porque te vas a machacar de porqué no te quieres bien.
Imagina a alguien que se repite: «Me quiero, soy suficiente, voy a cuidarme». Suena genial, hasta que llega el momento de levantarse del sofá y hacer algo útil.
Ahí entra la vocecita cabrona: «Bah, mañana lo intento, hoy me lo merezco». ¿Resultado? Nada cambia.
El amor propio sin dirección es como un coche sin gasolina: bonito, pero no te lleva a ningún lado.
Yo lo viví en mis carnes.
Cuando me diagnosticaron cáncer, podría haberme quedado en plan víctima. O en plan que decidan por mí.
Lo había vivido con la enfermedad de mi madre y de otra gente.
Vi como otras personas decidían por tí o que te llamaban o visitaban para saber los detalles escabrosos de tu enfermedad o situación.
Hay personas que son adictas a ello.
Creéme.
Por ejemplo, en el funeral de mi madre, hubo personas que, en más de diez años no vinieron a verla. Ni estando sana, ni estando enferma. Eso si, al tanatorio si que fueron.
Pero no. A mí no. Mi cabeza hizo click.
Me dije: «O te mueves o te mueres».
Y no fue amor, fue pura autoconversación científica.
Tomé yo las riendas. Apliqué no solo la ciencia médica paso a paso como me dijeron, sino que no dejé que decidieran por mí, no dejé que me llamaran o enviaran mensajes de consuelo, o de explicar mi proceso.
Me prometí que iba a aplicar toda mi energía y mi atención y que el resto de personas se auto gestionaran ellas. Sé que suena duro, pero estaba en juego mi vida. Y no iba a dejar que nadie la manejara.
Suena duro, pero he visto demasiadas veces cómo las personas enfermas tienen que cargar con el temor o angustia o morbo de terceras personas a parte de su propio sufrimiento. Deberían haber cursillos de cómo tratar a una persona enferma.
Al lío… ¿Amor propio? Sí, pero con un sistema detrás.
Y eso es lo que la disciplina asiática tiene y tú no: un método para que tu mente no te la juegue.
Autodiálogo Científico: El Truco Que Nadie Te Cuenta
Aquí va el bombazo. Todo eso de la disciplina asiática, el esfuerzo brutal y la constancia de acero no es un don divino. Es un hábito mental que se entrena.
Y no hace falta que te pases la vida meditando en un templo zen. La ciencia lo tiene claro: tu cerebro es plástico, se adapta.
Lo que le metes, lo repite.
Si tu charla mental es un lloriqueo constante, adivina qué: vas a vivir llorando.
Pero si la programas con intención, como quien escribe un guion ganador, todo cambia.
Eso sí, debes tener buen conocimiento de copywritter (son los especialistas que saben escribir para persuadir para que compres, vamos, lo que vengo haciendo yo contigo si has leído hasta aquí) para crear un auto diálogo mental que te haga lograr el objetivo que te propongas sin fricción ni sufrimiento.
Mira a Shad Helmstetter, un crack en esto del autodiálogo científico. Él lo tiene clarísimo: lo que te dices no es solo ruido, es instrucción.
Tu mente no distingue entre «esto es una broma» y «esto va en serio».
Si te repites que eres incapaz, te lo crees. Si te machacas con que la disciplina es sufrimiento, pues sufrirás.
Blanco y en botella.
Pero si empiezas a meterte frases que te empujen, que te desafíen, que te hagan mover el culo, tu cerebro se pone las pilas.
Yo lo hice.
Mi mentalidad ha pasado de «esto es imposible» a «esto lo domino». Ha pasado de «sufrir» a «no sufrir ya». Y no fue magia ni un subidón de autoestima.
Ha sido repetir, repetir, repetir, insistir, insistir, insistir, moldear, moldea, y moldear mi persuasión interna hasta que mi cuerpo no tuvo más remedio que seguirle el rollo.
¿Resultado?
Yo ya no sufro, ¿y tú?
Por Qué Esto Es Más Fácil de lo Que Crees
Aquí va la verdad incómoda: cambiar tu vida no es tan difícil como te han vendido.
El problema es que nadie te explica cómo.
Te dicen «sé constante», «ten fuerza de voluntad», «quiérete más».
O el típico Bla, bla, bla o ble, ble, ble.
¿Y cómo se hace eso? Nadie suelta prenda. Es como darte un mapa sin brújula.
¿Y porqué no te lo dicen?
Porque no lo saben.
Te dicen lo que HACEN, no como SER. Recuerda que primero es SER, HACER y TENER. Para que no haya dolor ni sufrimiento, ni fricción, siempre ha de cumplirse esas tres cosas y por ese orden.
Fíjate en la próxima frase motivacional o el gurú de turno. No me creas, y fíjate.
Pero con el autodiálogo científico, la cosa cambia. No se trata de sufrir ni de flagelarte como monje medieval.
Se trata de hackear tu cabeza para que trabaje a tu favor.
La disciplina asiática no es un misterio de otro planeta. Es una mentalidad entrenada.
Y tú puedes tenerla.
Sin gritos, sin dramas, sin pasarte 14 horas estudiando algo que odias.
Solo necesitas ser una persona que se habla de la forma correcta. Porque las palabras importan, mucho más de lo que crees. Y
cuando las usas bien, tu vida se transforma.
Punto.
Tú Decides: ¿Cambio o Excusas?
Yo ya no sufro, ¿y tú?
Si quieres, entra en MenTalent.pro y coge lo que te hace falta.
Si no, sigue buscando atajos que no existen. Lo sé porque yo estuve 30 años con atajos.
Tú eliges.
Si no es conmigo, hazlo con otra persona. Pero hazlo. Ningún gurú te dará tanta honestidad.
Yo solo quiero encontrarme con más gente que esté en ese 1% que sabe gestionar su mente para vivir una vida mejor. (por puro egoísmo, así encontraré más gente «libre y feliz» con quien compartir mi tiempo).