
Mira, no te voy a vender la moto de que pensar en positivo te va a llover dinero del cielo.
Si ya me has leído o escuchado alguna vez, eso es cuento infantil y lo sabes.
Pero sí te digo una cosa: cómo te hablas dentro de esa cabecita tuya define si vives contando billetes o contando migajas.
Y no, no es magia ni filosofía barata de gurú con chanclas.
Es ciencia.
Autodiálogo científico, para ser exactos.
¿Quieres una mentalidad de abundancia? Claro que sí.
¿Sabes cómo tenerla? Probablemente no, porque nadie te explica el cómo, solo te sueltan el qué como si fueras adivino.
Tranquilidad, aquí no hay rodeos.
Vamos a desmontar el mito y a ponerle nombre a lo que realmente funciona.
Yo ya no sufro, ¿y tú?
La Charla Mental que Te Tiene en un Atasco Neuronal
Pongamos las cartas sobre la mesa.
La mentalidad de abundancia no es visualizar y esperar que el universo te mande un cheque. Eso lo dice la gente que no ha pisado el barro.
Stephen Covey, el de los siete hábitos, lo dejó claro: abundancia es ver oportunidades donde otros solo ven problemas.
Pero, ¿cómo llegas ahí?
Te dicen el problema pero no la solución concreta.
Porque quererlo está genial, pero si tu diálogo interno es un disco rayado de “no hay suficiente”, “esto no es para mí” o “siempre me toca perder”, estás en la casilla de salida.
Te hablas como persona perdedora y luego te extrañas de que la vida te trate como tal.
Hace unos años, yo estaba igual.
Con una empresa de realidad virtual que se fue al garete por el maldito bicho del 2020, cobrando de asuntos sociales y con un cáncer de colon que me miraba de frente como diciendo “a ver cómo sales de esta, listilla”.
Mi cabeza era un campo de minas: “se acabó”, “no hay salida”, “esto es lo que me merezco”.
¿Por qué a mi? Nadie en mi familia con cáncer y tengo que ser yo la única?
¿Mentalidad de abundancia? Ja. Mentalidad de escasez en vena.
Y así con todo.
Hasta que un día, después de 32 años fumando y 20 kilos de más, dije basta. No porque me iluminara un ángel, sino porque entendí (gracias al Dr. Shad Helmestetter) que mi autodiálogo era una basura y necesitaba un lavado de cara. Científico, no de esos de “échale ganas” que te sueltan en un café.
Desmontando el Cuento: No Es Querer, Es Reprogramar
Aquí va el primer gancho: lo que te dices no es un capricho, es un programa.
El doctor Shad Helmstetter, que de esto sabe un rato, lo tiene clarísimo: tu mente es como un ordenador. Si le metes software de mierda, no esperes que te saque resultados de genio.
La mentalidad de abundancia no nace de repetir “soy riqueza» frente al espejo como si fueras un loro motivado.
Nace de reescribir la charla mental que te metieron desde la niñez.
¿Te suena eso de “el dinero no crece en los árboles”? Claro, te lo grabaron a fuego.
Y ahora tu cerebro va en piloto automático buscando escasez, mientras otros ven abundancia hasta en una crisis.
Yo, que me he gastado un dineral en cursos, he viajado medio mundo y he leído miles de libros —literalmente, miles—, lo pillé tarde pero lo pillé bien.
Mi cabeza hizo click cuando dejé de escuchar a los que te dicen “tienes que tomar acción” (sí, pero a dónde, cómo, etc?) y empecé a cambiar el cómo me hablo.
No es un truco.
Es un sistema.
Autodiálogo científico.
Palabras que moldean, que entrenan, que te sacan del pozo sin que tengas que sufrir como en un infierno en llamas.
Porque cambiar de mentalidad no tiene por qué ser un drama. Es fácil si sabes cómo, y el problema es que nadie te cuenta el cómo. Por que no saben.
Hasta ahora.
La Ciencia Tiene la Llave, No los Motivadores
Mira, el cerebro no distingue entre realidad y lo que le cuentas. Si le dices “siempre fracaso”, se lo cree. Si le dices “encuentro soluciones”, también.
El cerebro siempre te da la razón.
Helmstatter lo demostró: el 77% de lo que pensamos es negativo, automático y limitante.
¿Resultado?
Vives con una mentalidad de escasez sin darte cuenta.
Pero aquí está el giro: puedes hackear eso.
Con un diálogo interno bien puesto, pasas de “no llego a fin de mes” a “siempre tengo una forma de generar más”.
No es fe ciega, es entrenamiento mental.
Repetido. No te creas tú que con una vez basta.
Como cuando dejé de fumar después de tres décadas o cuando perdí 20 kilos contra todo pronóstico médico.
O cuando me curé de un cáncer que hasta los médicos fliparon.
No fue suerte.
Fue reescribir mi persuasión interna.
Repetidamente.
Me iba la vida en ello.
Literalmente.
¿Y qué tiene que ver con la abundancia?
Todo.
Una mentalidad ganadora no es gritar “¡voy a triunfar!” en un curso de fin de semana. Es instalarte un software mental que te haga ver recursos, opciones y posibilidades donde antes solo veías muros.
Yo lo hice con mi salud.
Ahora lo estoy haciendo con el dinero, y lo voy a documentar en redes para que lo veas con tus ojos.
¿Abundancia o Migajas? Tú Eliges
No te voy a engañar: cambiar tu autocharla no es coser y cantar si vas a ciegas. Pero es pan comido si tienes el método.
Yo tardé 30 años en darme cuenta, entre libros, viajes y tropiezos que me dejaron el culo cuadrado.
Tú no tienes por qué esperar tanto.
O sí, por que también es cierto que hay muchas personas «adictas» a esos estados emocionales de carencia.
La mentalidad de abundancia no es un don de los dioses ni un talento innato de los ricos.
Es un músculo.
Y el autodiálogo científico es el gimnasio donde lo entrenas.
Punto.
Yo ya no sufro, ¿y tú?
Si quieres pillar esa llave y empezar a hablarte como persona abundante, en mi web MenTalent.pro tienes la tienda con todo lo que necesitas.
Info-productos, herramientas, un método sistemático que te lleva de la escasez al “siempre hay más”.
Sin cuentos, sin rodeos.
Pero oye, si prefieres seguir perdiendo años como yo, viendo vídeos eternos que no te dan el control o probando terapias que te mejoran pero no te empoderan, adelante.
Sigue con tu diálogo interno de “no es para mí”.
No me creas, lo entiendo.
Pero no te quedes ahí con tu adicción.
Busca en otra parte, y soluciona tu auto diálogo.
Pero si te pica la curiosidad, entra en MenTalent.pro y echa un ojo a la Tienda.
Tenemos un arsenal para que domines tu mente y vivas con una mentalidad que no pide permiso para ganar.
O también lo puedes regalar.
Hazlo.
O no lo hagas.
Pero no digas que no te avisé.