
Una vez vi a una persona gritarle a su criatura
Gritaba porque no dejaba de subirse al sofá.
Ya iban por el cuarto «te lo digo en serio».
No servía de nada.
El grito llegó después. Seco. Cortante.
De esos que dejan el silencio incómodo.
El peque bajó, encogido.
Y la escena se acabó.
Pero no se resolvió.
¿Qué pasó realmente?
Dejó de subirse al sofá. Sí.
Pero no aprendió nada.
Solo supo que cuando el tono cambia, toca tener miedo.
Eso no es disciplina. Eso es control a gritos.
Y educar a gritos no enseña, solo desgasta.
La disciplina parental no es controlar, es acompañar
Va de mostrar sin romper.
De sostener sin perderse.
Y eso no se hace con nervios.
Se hace con cabeza.
Con lo que te dices en ese momento donde todo te hierve por dentro.
Ahí está la clave.
Ahí vive el auto diálogo.
Y si no lo entrenas, te sale el que tienes por defecto.
El automático. El que aprendiste sin darte cuenta.
El que grita, amenaza o se va por completo.
Pero ese no educa. Ese solo reacciona.
El auto diálogo importa
Es la base de todo.
Te da margen.
Te entrena para parar un segundo y elegir.
Y cuando eliges desde otro sitio, ya no impones por miedo.
Enseñas con sentido.
No es lo mismo soltar un «como sigas así te vas a enterar»,
que decirte a ti primero:
“Esto es parte del proceso, no me lo tomo personalmente”
Y luego actuar con claridad.
El peque ve el límite, pero con estructura
No con violencia emocional.
Hay tipos de disciplina parental que se pueden entrenar.
No solo el castigo (que ni debería estar en la lista).
Está la disciplina democrática, la positiva, la natural que la formas con un auto diálogo preparado.
Y todas tienen algo en común:
Necesitan una base interna fuerte.
Una voz propia estable.
Un diálogo interno que no sabotee.
Eso no se improvisa. Se entrena.
Porque la disciplina también es contagiosa. La disciplina se enseña y se entrena.
Si tú estás en calma, transmites calma.
Si tú gritas, aprenden que gritar es una forma de resolver.
Si tú castigas sin explicar, entienden que el error se paga, no que se entiende.
La importancia del auto diálogo
Que puedas sostener con firmeza y con respeto.
Que no expliques desde el enfado, sino desde la estructura.
Que no corrijas por reacción, sino por dirección.
Y eso no se logra repitiendo frases de libro de auto ayuda.
Se logra entrenando tu mentalidad para que así se entrene la de los más peques.
Entrenando cómo te hablas antes de actuar.
Qué te dices en la cabeza antes de soltar cualquier frase que marque.
Cada frase marca
Y si no lo haces consciente, repetirás lo que te hicieron a ti o vistes hacer.
A veces sin querer. A veces sin darte cuenta.
Y eso es lo más jodido.
Que lo hagas sin querer, pero igual de fuerte.
Por eso el auto diálogo interno es urgente que se aprenda. No es un lujo. No es un complemento.
Es la base.
Educar no es una lotería
No puedes jugar a ver cómo te sale hoy.
La disciplina como enseñanza, no como castigo, empieza por cómo te enseñas tú a reaccionar.
Por cómo te entrenas a hablarte en medio del caos.
Por cómo te recuerdas que el límite también puede darse con cariño.
Que firme no es lo mismo que duro.
Que constante no es sinónimo de rígido.
Que guiar no es doblegar.
Que ese bla,bla,bla o ble, ble, ble que tienes ahora, debe cambiar.
Lo que una criatura necesita
No es perfección, es coherencia.
Y esa coherencia no viene de ser una persona experta.
Viene de repetirte lo correcto, deliberadamente preparado, hasta que sale solo. En automático.
Viene de entrenar tu diálogo interno para que puedas dar el ejemplo antes que la orden.
Para que tu forma de reaccionar se convierta en su forma de aprender.
El poder de tu auto diálogo
No hay nada más poderoso que eso.
Y no hay excusa para no entrenarlo.
En MenTalent.pro tienes las herramientas para eso.
Las reales. Las que están diseñadas para cambiar tu auto diálogo y ayudarte a aplicar una disciplina parental sin castigo, sin culpa y con sentido.
Con método. Con base científica. Sin improvisar.
Cambiar cómo te hablas cambia cómo enseñas
Si tú cambias la forma de hablarte, cambias la forma de enseñar.
Y créeme, lo notan. En ti. Y en todas las personas. De cualquier edad.
Yo ya no sufro. ¿Y tú?